(Artículo aparecido en Galeria Antiquaria, AñoXI, nº112; Dic.1993)
EXPOSICIONES
Antológica de Maruja Mallo
Magia de meigas
EXPOSICIONES
Antológica de Maruja Mallo
Magia de meigas
J.Mascaraque
Con motivo de la apertura del Centro de Arte Contemporáneo de Galicia, en Santiago de Compostela, se ha presentado, entre los meses de septiembre a diciembre, una muestra antológica de esta veterana pintora
La elección de la artista para tal evento está justificada por tratarse de una gallega de nacimiento (Vivero, 1902). La moder nida de Maruja está fuera de toda duda. Miembro destacado de la primera vanguardia española, es una de las pocas mujeres de su tiempo que enlazan con la modernidad desde su más temprana juventud. Como Salvador Dalí, es el prototipo de artista cuya obra trasciende a lo plasmado en papeles y lienzos. Al final es el ser humano propio la más genuina creación de su arte. Vestida y tocada de algas, en la Isla de Pascua, o abrigada con su chaquetón de piel de lince y el pelo teñido de «rubio veneciano», en sus últimas apariciones en Madrid Maruja destila la autenticidad del artista que entendió la vanguardia como una actitud vital y una forma de ser. En el caso de la Mallo el asunto parece entroncar con la tradición mágica de su Galicia natal. Es como si la artista hubiera estado tocada por las meigas. Porque el sentido mágico de lo humano sus costumbres, necesidades y mitología estará constantemente presente en su obra, al margen de las evoluciones formales.
Comienza a dibujar de forma espontánea siendo una niña, copiando las ilustraciones de las revistas de la época. El traslado de la familia a Madrid posibilita que, junto a su hermano Cristino, entren a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. En Madrid conoce a Rafael Alberti, José Bergamín, Luis Felipe Vivanco, Federico García Lorca y Salvador Dalí. Entra en contacto con la Residencia de Estudiantes y con otras jóvenes «emancipadas» como María Zambrano y Concha Méndez. Ha entrado en la modernidad, en un momento en el que gran número de sus representantes estaban en Madrid. Pronto encontrará una gran oportunidad: conoce a D. José Ortega y Gasset, quien decide organizar una exposición de su obra en los salones de la «Revista de Occidente». Esta fue la única exposición que realizó la citada revista, y constituyó un éxito resonante. Era el año 1928. Por aquel entonces colabora con Alberti en la ilustración de su libro «Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos», y realiza decorados y figurines para la obra «La pájara pinta», también de Alberti.
(imágenes: Estampa., 1927. «Actriz», 1942)
Su pintura, hasta ese momento colorista, se transforma radicalmente. Inicia las series, monocromáticas de «Cloacas y campanarios», «Fósiles», «Espantapájaros» y «Espantapeces». Al comienzo de los años 30 viaja a París, donde expone. En 1933, de nuevo en Madrid, inicia su serie de «Arquitecturas minerales y vegetales», que revelan su preocupación por la Naturaleza. Conoce a Miguel Hernández, a los pintores Luis Castellanos y Benajmín Palencia y al escultor Alberto Sánchez, participa en los postulados de la primera «Escuela de Vallecas» y se compromete con las labores educativas y sociales de la República. Realiza platos de cerámica decorados con motivos populares españoles. Colabora también en el intento de Torres-García de poner en marcha en Madrid el «Grupo constructivo». En 1936 participa en la exposición «L’Art espagnol contemporain» de París, en la «Exposición Lógicofobista» de los surrealistas en Barcelona y expone en las salas del ADLAN madrileño. Estaba presente, pues, en cuantas manifestaciones de la modernidad se le presentaban a mano.
La guerra civil le sorprende en Galicia, donde estaba con las Misiones Pedagógicas. Desde allí pasa a Portugal y, ayudada por Gabriela Mistral, parte hacia la Argentina. En América del Sur residirá hasta comienzos de los sesenta. Trabaja intensamente, expone en numerosos países, y da conferencias sobre teoría del Arte. En 1948 había expuesto en Nueva York. Durante la década de los cincuenta permanece retirada de la actividad pública. En 1962 regresa a Madrid, donde pasará veinte años trabajando, hasta que en 1984 enferma y es ingresada en una residencia, donde continúa alojada en la actualidad. Su obra, aunque influida por los diversos movimientos de vanguardia durante el largo trayecto de su vida, destila una gran personalidad, dentro de las varias evoluciones que ha atravesado.
(Imágenes: «El mago, 1926. «Sin título»)
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